Si mueres mañana, ¿estarías tranquila por lo que aportaste al mundo?
La pregunta resonaba en la pantalla a manera de reflexión, como introducción a lo que prometía ser un workshop indagador del proyecto más ambicioso: ¡yo!
Me encontraba en medio de dos hombres, en ese momento no me imaginaba hasta qué punto serían testigos y cómplices del giro que daría mi vida.
No supe cómo pasó, de repente todo se volvió monótono.
Me volví espectadora y no protagonista de mis días.
Llegaba a mi recámara sin sentirme feliz ni plena por mis 'logros' después de recorrer cuarenta minutos en carretera, por el trabajo y también por la alergia que me provoca el polvo del teatro que colinda con los muros exteriores de mi recámara y, si faltaba más, por la falta de apetito a las siete de la tarde.
Y entonces me cuestioné: ¿a quién estoy complaciendo?, ¿para quién estoy viviendo?
Envidiaba al padre de familia que es feliz descansando el fin de semana con su cerveza en la mano, gritando con tanta pasión emocionado cuando su equipo favorito mete gol. Esa chispa tan mexicana, simple, pero que en algún momento llegué a envidiar.
Quizá siempre viví en términos de expectativas; cumplir metas siguiendo el camino que alguien o algo escribió para mí.
Ese destino que te dicta la cajita en la que te encierra tu nombre y sus apellidos, lo que de acuerdo a tu edad 'deberías' estar haciendo, y lo que el rol social espera de ti.
Un buen día me decidí a salir de ahí; llegaron ellos con la promesa: “Cruzaras un umbral y ya no serás la misma". ¡Perfecto! Justo eso quiero! Y dejé de tener expectativas de mi misma.
No esperé nada, no compito por resultados, no voy hacia alguna meta, aunque eso sí, voy con la firmeza de dar un cambio en mi vida, de esos sustanciales y transformadores, no eventuales, saltos cuánticos los llaman los físicos, esos que te mueven de un lugar a otro energéticamente y ya no vuelves a ser el mismo.
Perdónenme los físicos, pero yo lo llamo: SALTO CON ALEGRÍA.
Sin que en realidad importen mis resultados, sólo por el gozo de salir de la cajita que me fue impuesta, y curiosamente el día que me lo propuse de ese modo, hasta desaparecieron las alergias y volvió mi apetito.
Ahora que vivo para mí, para complacerme, entendí que luego llega otra preocupación.
Sí, justo cuando crees que hiciste la tarea y que cerrarás un ciclo, llega nuevamente esa voz interna a recordarte que un fin es en realidad un nuevo comienzo, ¿de qué manera aportaré algo al mundo?. ¿será ese algo lo suficientemente importante como para alzar la voz y que me escuchen?
Se trata de mí ahora, pero a la vez no, se trata de ti y a los demás a quienes quiero llegar contigo.
¡Vamos a descubrirlo juntos! Te invito a que dejes esa caja que te fue impuesta y descubras conmigo nuevas formas de retarte por el simple hecho de estar vivo.
Escríbeme.
Te escribo.